La retirada de unas simples sogas, inicio de una nueva era

Aunque en anteriores post ya os he hablado de mi visita al que será (ya es, pero sin uso aún) el nuevo HUCA y, de alguna manera, una nueva era hospitalaria y sanitaria se inicia en Asturias con la apertura de esta gigantesca dotación, aún nos quedarán, a los asturianos y visitantes, algunos meses de uso del vetusto recinto: Hospital Central, Residencia y sus instalaciones.

Estos días de atrás he sido visitante-paciente del servicio de Rehabilitación y de láser de lo que muchos aún llamamos Residencia.
Aunque hayan pasado los años (50 ya desde que se inauguró) una siempre tiene la impresión de que el tiempo (y la tecnología) se han parado allí.

He tratado, como todos los que allí tenemos que acudir, de encontrar aparcamiento en las proximidades, gratis y en zona blanca, a ser posible, algo que he logrado en contadísimas ocasiones (algo así como si te tocara el cupón de la ONCE) y la solución, para los que no vivimos en Oviedo y nos vemos obligados a llevar nuestro coche, es diversa: o llegar una hora antes y aparcar a una distancia que te obligue a caminar al menos cinco minutos pagando en zona azul la máxima tarifa, hacer cola en alguno de los dos parkings del entorno, (con lo que ello conlleva) y que tienen como tarifa "la voluntad", ir en tren, subir en bus, taxi o que te lleven, o...meter el coche en el parking de pago (¡¡¡¡ 2'75€ !!!! la hora) que está justo detrás del edificio de Rehabilitación, cerca de donde se encontraba el merendero Benidorm.

Tras el endemoniamiento consiguiente cada vez que me toca pagar el consabido ticket, les he hecho un breve, pero intenso interrogatorio con la intención de reunir información suficiente para la próxima etapa del HUCA.
Las conclusiones son:
No, no son el parking más caro, según ellos, lo es el que está (casi pasa inadvertido) frente a la entrada del Hospital Central: oscuro, incómodo y bastante poco limpio y...
No, no tendrán la concesión del nuevo parking del nuevo HUCA, donde, según uno de los trabajadores de este parking, ¡tendrán que pagar incluso los trabajadores del mismo! Ohhh!!
En fin, volvamos al argumento inicial del post.
Con la excepción de las camillas, nuevas y reaprovechables para las salas del nuevo recinto, allí, en la sala de Rehabilitación, conviven con dignidad y estoicismo de lo bien hecho en épocas anteriores: podios de escaleras, mesas de manos, bancos de cuádriceps, poleas, platos de ejercicios de propiocepción, o también llamado plato de Freeman, escaleras de manos, colchonetas, cuñas, espalderas, espejos, etc...

Recios y resistentes, estos instrumentos rehabilitadores han acogido con paciencia y solidez: manos, brazos, piernas y pies con sus respectivos doloridos músculos y tendones, cuellos y espaldas, y otro tipo de dolencias, las del alma, esas que los repetitivos movimientos no curan y que acompañan, casi siempre en silencio, a quiénes practican obedientemente, los ejercicios indicados por el traumatólogo.

Velando por que todo vaya bien, recepcionando a los pacientes, anudando piernas y masajeando manos, ayudando al buen desarrollo del movimiento, están los y las fisioterapeutas de dicho Servicio y, en la sala de láser y microondas, las y los técnicos correspondientes.

Dotados de un especial carácter para tratar a los seres doloridos que hasta allí llegamos, nos hacen reir, comparten confidencias de la actualidad con nosotros, y además, nos calman los males.

En ese estupendo equipo de hombres y mujeres está Manuel López Viña, mi fisio.
Nacido para ser fisioterapeuta, más de 30 años en dicho servicio, y con una forma de ser balsámica y al mismo tiempo tonificante y enormemente agradable, ha constituído para mí, y para todos sus pacientes, una gratificante ayuda.
Manuel es requerido por los pacientes, como el resto de "fisios", entre los que también se encuentra Ricardo Menéndez, y recorre la sala de acá para allá sin descuidar tendinitis y demás patologías sensibles de rehabilitación.
También en el departamento de láser y microondas, tuve el gusto de ser atendida por Violeta y por Olga, dos profesionales como la copa de un pino, amables y encantadoras.

Uno de los días en los que acudí a mi sesión diaria, asistí a un hecho histórico (en menor medida y calificado con un poco de exageración, obviamente, por lo que voy a contar).

Desde hacía 50 años, una escala de grandes dimensiones, flanqueada por varias sogas utilizadas, en teoría, para trepar por ellas, pendían del techo de la sala de Rehabilitación, ya como reliquia testimonial de los tratamientos y terapias de épocas pretéritas.

Unos operarios con un andamio móvil habían "tomado" la sala con motivo de la sustitución de algunos tubos fluorescentes: unos apagados y otros en incómodo parpadeo.

Se decidió que la escala molestaba el paso del andamio, de varios metros de altura, y con cierto esfuerzo, se retiró.

                                                                              
Sus varios metros de soga, cubiertos por, sorprendentemente escaso, pero reconcentrado polvo, fueron parados en la caída por el propio Manuel y alguno de los operarios de esta empresa.


                                                                               
Allí, en el suelo, yacía tras 50 años, las sogas y la escala por la que quizás habrían intentado trepar algunos de los pacientes más hábiles y vigorosos.
Tras haber cumplido su misión terapéutica y posteriormente decorativa, la escala se iría a la basura.


                                                                                                                                            
Es el signo de los tiempos. Seguro que en el nuevo HUCA no habrá sogas ni escalas por las que trepar, pero que el magnífico personal de Rehabilitación y láser, no nos falte.

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