Navidad, sí, es Navidad

Es Navidad, lo sé. No queda otro remedio!
Son fechas que existen en el calendario desde hace siglos. 
La del 25 además, en rojo, para que no se nos olvide.

Es la Navidad del año 2012. Año del Dragón que se termina, año del Fin del Mundo, según los mayas, concepto que parece ser, se ha equivocado y del que muchos se han aprovechado.

                                                                                 
(Torre de Santa Bárbara de la Catedral de San Salvador, Oviedo y fachada correspondiente a la nave central, con el rosetón en la parte superior)

Sería algo hipócrita por mi parte escribir un post destelleante de alegría y optimismo y aunque mi blog no se caracteriza precisamente, ni por su agresividad, ni por la denuncia (que si procede, se hace), ni por el pesimismo o el feísmo, habría que ser muy impermeable al sentimiento dominante de desánimo que, lógicamente con todo lo que está ocurriendo, predomina, o muy insulsa para no dejarme salpicar por todo lo que está ocurriendo a mi alrededor y en mi propia persona.

Es Navidad y mañana, en la noche de Nochebuena, muchos tendremos la suerte de reunirnos con gente a la que realmente apreciamos, otros, en los casos más frecuentes, y por imperativo familiar, habrán de mezclar en la mesa a personajes entrañables de la familia, con otros algo más impresentables. 

Ánimo. Todos hemos pasado, pasamos y pasaremos por ello. A respirar hondo, que pasa rápido!


En la imagen superior, el Jardín de los Reyes, anexo a la Capilla-Panteón de los Reyes Asturianos. Al fondo, asoma la torre campanario del Monasterio de San Pelayo cuyo pináculo es copia del de la torre de la Catedral.                                                                         

La Navidad, en mi ciudad, como en muchas, es como una nube de algodón de azúcar que empapa sutil e imparable, quieras o no, las calles, los bares, las tiendas, las casas. En algunos lugares, ese azúcar se vuelve agrio, en otros, los menos, se mantiene amalgamante, como el almíbar.

                                                                                     
Creo que, en toda la historia de este blog, nunca me había dado por escribir un post sobre el tema navideño, ni mucho menos para felicitar a los posibles lectores. Este año lo hago. Por que me apetece y por ser solidaria con los que puedan pensar como yo: ni demasiada alegría, ni demasiada tristeza.

He "salpicado" el post con alguna foto del Oviedo navideño de noche. Ha sido en uno de esos nostálgicos paseos pre-navideños, en los que los grupos de amigos y amigas y los asistentes a las consabidas "cenas de empresa" abarrotan los locales y la atrayente iluminación navideña desvía la atención de la soledad que está presente en algunas casas.

Están sacadas con el teléfono móvil y al ser nocturnas y por desidia, no haber manejado los ajustes, no han quedado demasiado bien, pero pueden servir como ilustración.

Os deseo, a los que me sigáis, que tengáis unos buenos días navideños (lo mejor que se pueda) y que sigamos adelante, con fuerza, para continuar esta lucha del día a día, tan complicada y difícil, con todos los elementos adversos que no colaboran, precisamente, a que esa pequeña felicidad anterior vuelva a nuestras vidas, aunque sea en forma de goteo.

Y aunque me falte la imagen del Belén, os añado la algún símbolo navideño relacionado con la gastronomía.

En primer lugar, el árbol de Navidad, símbolo también muy típico de estas fechas. 
Es el árbol del restaurante La Llosa, cuyos adornos son de galleta, realizados por una de las dos simpáticas chicas que, junto con sus padres, regentan y atienden el establecimiento, situado en un pueblo bellísimo del concejo de Villaviciosa, Oles.


Y otro, más comestible, el típico caimán de mazapán (hay gente que le llama cocodrilo de mazapán, a mí me parece que caimán pega mejor con mazapán, verdad?), con su hijito en el lomo, que nos suplican, desde sus miradas plásticas, que no acabemos con ellos de una vez. Seguro que con el grandullón, no!

                                                                                  
Así que, entre tanto cromatismo exhibido en restaurantes y escaparates, nuestro cerebro, sin duda, se iluminará por unos momentos y estas suculentas imágenes nos harán esbozar esa sonrisa que tanto nos gusta practicar.

Por tanto, desde mi corazón bloguero: ¡Feliz Navidad!




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