Los reyes de Oviedo, desde la acera


Hacía tiempo que no coincidía con la Cabalgata de Reyes en Oviedo. Este año sí. Pude observar, desde una centriquísima calle (todas lo son por donde discurre) que casi todo sigue igual. La crisis ha dado algún mordisco y los camellos que otrora llevaran la publicidad de Pryca, en el desfile de este año paseaban, hijito incluido, sin enjaezamiento que aderezara sus jibas.
Me ha parecido también que se tiraban menos caramelos y para rellenar, imagino, introdujeron en el tropel animalístico, especies algo desubicadas en época y lugar, como unas llamas que llegaron desde Perú hasta Belén, imagino que por aquello de la magia real. Desde luego que los pastores que las conducían, estaban de lo más logrado.

                                                                  
                                                                            
Ovejas sustituídas por entrañables ocas, caballos, en algunos casos rocines, imagino, los más lustrosos y domados, que procedentes del Asturcón, o ¿también de Segovia como antaño? desprovistos, salvo alguna excepción, de protección en sus cascos, y muchos, muchos rostros humanos conocidos tras hollines, turbantes, bastones de mando, y desmayados dorados...
El primero, José Antonio Lobato, actor de Margen, compañía teatral a la que parece ser se le encomendó la tarea de la organización de la cabalgata. Llamaba y llamaba por el móvil a alguien que no le daba razón en pleno parón del desfile, para deleite de los niños que se cebaron con sus sprays (que deberían estar prohibidísimos, pero parece que no) con el coche (con las motos no se atrevían) de los agentes de la Policía Local.
Encabezando uno de los grupos tribales del Oriente, en las tareas de coordinador, no caracterizado, Javier, el ex alcalde de barrio de Vallobín.
Haciendo de Aliatar, mi ex compañero en Radio Asturias y, aunque jubilado, actor de Margen, José Luis San Martín. Como siempre, bordándolo en su entrega.

                                                                       
 Bajo el baldaquino rodante que otros años portara al inefable hostelero Miguelo (también presente este año, en esta ocasión a pie), el abogado octogenario y "cuarentuno" Ángel Lago, de la Hermandad de los Estudiantes, con sede en la parroquia de San Javier de la Tenderina. Tras él, el resto de cofrades y hermanos, muchos de ellos ex tunos: Manolo, Sabonis (te has portado bien este año, Regina?) etc...
Todos caracterizados de emisarios de países lejanos. En otro portable rodante, José Velasco, ex hostelero propietario del Restaurante El Cantábrico. Cerca de él, uno de sus hijos, cuyo nombre ahora mismo no recuerdo, pero sí que, encantador, me lanzó un beso.
En otro grupo, encarnando a lejanos emires de Etiopía, hombres y mujeres de raza negra que fueron los que mejor lucieron, por ser tan reales y por su porte, los atuendos-disfraz de la SOF. Los mejores, sin duda. Como amenización musical, la Banda de Música de la ciudad, dirigida por el maestro Vigil Sampedro, a quienes acompañaban con las tablas que tienen de años, casi siglos, de desfiles mediterráneos, un reducido pero estupendo grupo de folklore de Elche.
También la Banda de Gaitas Ciudad de Oviedo con sus dos máximos representantes: Guti y Vicente Prado "El Pravianu" encabezando el pasacalles, con gaitas y tambores interpretando, lógicamente, los consabidos villancicos.

                                                                       
Los Reyes Magos, como siempre, pasaron rapidísimo.

                                                                      
El presidente del Tenis, Fernando F. Ladreda-Melchor, el fiscal jefe Gerardo Herrero-Gaspar y un representante consular de Senegal como auténtico Baltasar, Abdou Lahad ya enfilaban la subida veloces, ante la dosificada emoción de niños y mayores, yo diría que algo mermada respecto al griterío que recuerdo de otros años, cuyo escaso entusiasmo sería directamente proporcional a los contados caramelos que se tiraron, al menos en ese tramo de calle y tal vez los niños, sin saberlo, a la cierta desgana que predominaba entre los desfilantes, a esas alturas de la noche, salvo las ya mencionadas excepciones.
Tuve la fortuna de que me tocara al lado una madre con dos niñas muy educadas, que no lloviera y que no hiciera frío.
Para finalizar, algo que me hizo recordar mi faceta de presentadora del Desfile del Día de América en Asturias: un coche de bomberos de los años 20 en cuya restauración puso gran empeño, hace unos años, el jefe de la Policía Local de Oviedo, Agustín de Luis, que cerró el desfile.
 
                                                                         
Ya tengo claro desde hace tiempo, que hay ciertos espectáculos que es mejor verlos desde la acera.
A los y las que conocéis esta ciudad, y tras leer esta crónica navideña, no me negaréis que en Oviedo, hay cosas que, a pesar de las crisis y el paso de los años, no cambian.

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